Las guerras del opio en el siglo 19 fácilmente pudieron haberse llamado las guerras del té.
El té se tomaba en China desde hace miles de años, y los europeos conocieron el té a principios del siglo 17.
Para finales del siglo 18, Gran Bretaña importaba casi 7,000 toneladas de té al año.
China era el único productor de té en ese entonces. Gran Bretaña también le compraba seda y porcelana, pero en menores cantidades que el té.
El problema era que a China no le interesaba ningún producto europeo. Sólo recibía el pago en plata.
Gran Bretaña no tenía suficiente de este metal porque ya el 40% de la plata mundial en circulación estaba entrando a China.
Para solucionar ese déficit, los británicos empezaron a exportar opio a China a cambio de plata.
El opio no era una droga nueva para los chinos, pues se conocía desde el siglo 7 y se consideraba como una medicina.
Sin embargo, esta vez el opio llegó en tal cantidad que rápidamente millones de chinos se volvieron adictos.
Cuando por orden del emperador Daoguang se confiscaron más de 20,000 cajas de opio, los británicos aprovecharon esto para mejorar su posición comercial mediante el uso de la fuerza.
La guerra comenzó al poco tiempo. La victoria fue sencilla para Gran Bretaña porque poseía una tecnología militar más avanzada que China.
Esta primera guerra del opio finalizó con el Tratado de Nankín en 1842.
Era un tratado desigual. China fue forzada a conceder muchas ventajas: abrir más puertos para los barcos británicos, dar reparaciones por el costo de la guerra, y además entregar la isla de Hong Kong.
En 1853 China intentó de nuevo detener el comercio del opio. Fue el comienzo de la segunda guerra del opio.
Esta vez Francia también se unió a Gran Bretaña, y lograron aún más concesiones de China.
De acuerdo a datos oficiales, en 1906 casi un cuarto de los hombres adultos chinos eran adictos al opio.